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domingo, 21 de febrero de 2010

El Muro no cayó


Camaradas, hace poco más de 20 años, una horda de capitalistas alienados tomó el martillo de la libertad que hemos visto ondear en la bandera de nuestra querida Unión de República Socialistas Soviéticas y con él tiró abajo el Muro de Berlín. El muro que nos protegió de las detestables costumbres occidentales de comidas rápidas, televisión basura y chicas fáciles.
Durante más de medio siglo pudimos encerrarnos a tomar vodka y leer El Capital sin que nadie nos moleste. Pero con cada ladrillo que caía en la noche berlinesa, cada uno de los valores enseñados por Lenin, caía en la oscura noche capitalista.
Pero siempre una luz de esperanza brilla en la oscuridad, camaradas. Perdidos como Fidel Castro en el asalto al Cuartel Moncada, encontramos la llama de la Revolución Bolchevique en la calle Godoy Cruz. Vientos de rebeldía soplaban por Palermo. El materialismo dialéctico flotaba en cada ronda de picadas, entre salchichitas flambeé y críticas al burdo sistema burgués de adoctrinamiento ideológico que sólo busca adormecer a este activo frente de masas.
Ya no había vodka, pero había Stout. Ya no había Kalashnikovs, pero había Black Widows. Ya no había tenistas rusas… bueno, seguíamos sin tenistas rusas.
Pero éramos felices. A la opresión mercantilista de las rueditas, pusimos nuestro tiro instintivo como mascarón de proa y como Mao en su Larga Marcha, fuimos volteando botellas de la asquerosa multinacional Couk Company (¡aguante la Zurdo Cola!), creyendo que la utopía era realidad.
Pero el Gran Capital no se rinde, y sabía que quedaba un muro más por voltear. Así como fue Berlín, fue Godoy Cruz 1731. Oleadas y oleadas de aguas monetaristas azotaron el murito revolucionario, tantas veces apoyo incondicional para nuestros codos, y futuro portador de la plaqueta de Sir Rodri Hood. Estoico. Infranqueable. Impávido. El muro resistía como un Acorazado Potemkin moderno cada embate del Imperio, que furioso buscaba rememorar aquella triste noche del 9 de noviembre de 1989.
Y cayó… cada ladrillo una lágrima socialista más que subía el nivel de este mar de lamentos de los oprimidos. De aquellos que no tienen mira ni rest, pero que la tienen bien larga. Pero lo que se desmoronó sólo fue material. Cemento y ladrillo. Nuestro espirítu bañado en Marx y Engels, en Stalin y Krushchev, en Lenin y McCartney (gracias Rabinovich) sobrevive. Y en menos de lo que canta el gallo en dar la bienvenida a una mañana peronista, otro muro había allí. Listo para resistir. Una nueva Perestroika. Una nueva utopía sin plusvalías ni oligarquías. Porque siete zurdos en simultáneo serán sólo un recuerdo. Todos somos arqueros zurdos, que con un fervor trotskista seguiremos volteando los globitos del imperialismo. Porque todos saben que los arqueros del Halcón siempre gritarán: No pasarán!!! (a menos que traigan tenistas rusas y Stout).

Rodri Hood (roba a los ricos, porque es un arquero bolchevique)

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