Postales del DdA!

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lunes, 31 de mayo de 2010

Bitácora del Hombre Invisible:

“Se te va a mojar el amigo, papi…”, me dijo esa lluviosa noche de verano, mientras sus aprendices se retiraban con el agua por la cintura, y al mismo tiempo que subía el calor que provocaba su barbita oriental y su corte campanitesco, subía la marea que haría estragos en el Halcón. Surcar las tormentosas aguas de Godoy Cruz en sus brazos fue el abrazo más cálido que la vida me pudo haber propinado. A partir de ése momento yo supe que tenía que estar nuevamente allí, donde la corriente de las lluvias torrenciales (y la falta de previsión macrista) me llevaron hacia el climax total.
Cuando me enteré que él, maestro de los maestros, la ponía desde arriba justo en el centro de la goma (porque en los costados está duro y rebota), supe que había llegado el momento. Pero triste fue mi desazón cuando vi que las carpetitas con los documentos vitales del arquero ya no venían en color rosa. El recinto ya no es como lo recordaba, había muchas más mujeres que antes, el repelente había sido quitado, y yo no tendría un lugar exclusivo.
Por eso tomé la decisión. Sabía que todos estarían allí, en el cinematógrafo de la calle Rivadavia. Todos irían a saborear las andanzas de Russell Crowe (churrazo!!!), y él estaría allí. Oh Sensei, quién podría ir a los fardos contigo… Pero no habría forma de colarme en el alegre grupo de amanerados arquerillos (Rodri Hood y Andy Hood a la cabeza) sin que me reconociera, porque sería imposible engañarlo y evitar que me identificase como aquel pusilánime que no se atrevía a cruzar las inundadas calles de Palermo.
Por eso decidí hacerlo. Tomé la poción para volverme invisible y me apresenté en el recinto. Justo estaban contando a los presentes que irían a la cita fílmica. Algo debe haber fallado o quizás al eructar los efectos de la poción desaparecen, pero un pequeño provechito producto de la Stout en el exacto momento en el cual la mirada de Andy Hood se posó sobre mi lugar hizo estragos en la maltrecha capacidad matemática del joven arquero, quien me contó como uno más de la pandilla, sin reconocerme debido a los etílicos efectos de la prodigiosa bebida. De esa manera pude lograrlo y mientras los arqueros devoraban golosinas, pochoclos y gaseosas en sus butacas (cómo si no hubiesen deglutido en el recinto como si fuera el fin de los tiempos las delicias de Magda e Inés) logré escabullirme al asiento que quedó vacío.
No sé si realmente en todos lados pero sí comprobé que Dios estaba en el asiento de al lado de mi Sensei y debí conformarme en sentarme alejado de él, aunque no por ello dejé de acariciarme al pelado… porque según escuché después, quién estaba sentado a mi lado, se llamaba Fabián…

No me rendiré, porque aún no se me mojó el muñeco…
Sebastian Caine

3 comentarios:

  1. Muy buena cronica veridica de los hechos sucedidos. Joven padawan su pluma sigue moviendo pasiones.

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  2. Sir Andrew Von Longbow1 de junio de 2010, 10:42

    Lubricado texto, algo pasado por agua, pero con un estilo intacto.

    Mi pregunta es, seguirá, pasión mediante, asistiendo a nuestra mítica reunión de los viernes este pintoresco personaje?

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  3. Hay que tener cuidado que no se infiltre en la nueva funcion de cine!
    estemos atentos!

    Impecable relato Rodri Hood...

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